La leyenda del Dragón y la Perla
La Leyenda del Dragón y la Perla: una historia de la antigua China y la Perla mágica.
Érase una vez muchos años, que habitaba en una isla lejana, en una montaña muy alta. un pacífico dragón que custodiaba celosamente una preciosa perla. Todos los días jugaba con ella; la lanzaba al aire y la recogía con la boca. Se sentía dichoso con su exquisita perla y no pedía nada más a sus días. Muchos habían intentado en vano arrebatarle su tesoro, pero el dragón no estaba dispuesto a perder su mas preciada posesión.
No obstante, el emperador de la China estaba dispuesto a retar al pacífico dragón y solicitó a su primogénito, el príncipe heredero, que consiguiera la perla para el tesoro imperial. Tras varios días de travesía, el príncipe divisó la montaña y, en su cima, al juguetón dragón. El Príncipe Ideó un plan para arrebatarle la perla sin correr peligro. Ordenó a sus hombres que construyeran una cometa capaz de soportar el peso de un hombre y una linterna de papel.
Tras siete días de arduo trabajo, los hombres del príncipe acabaron la cometa, la más hermosa jamás vista. Al caer la noche, montó en la cometa y voló a lo alto de la montaña. Una vez allí, se adentró sigilosamente en la cueva. El dragón dormía profundamente, portando en sus patas la preciada perla. Con sumo cuidado, le arrebató la joya y en su lugar dejó la linterna de papel. Hizo una señal a sus hombres para que recogieran la cuerda de la cometa. Aterrizó, sano y salvo, en la cubierta del barco.
Rápidamente, mandó izar las anclas y el barco zarpó a la mar, aprovechando una suave brisa. Cuando el dragón despertó, descubrió que le habían arrebatado la perla, dejándole una linterna de papel. Estalló en cólera. Comenzó a echar fuego y humo por la boca y se lanzó montaña abajo para atrapar a los ladrones. Rastreó todos los rincones de la isla, hasta que divisó en alta mar el junco del príncipe que se alejaba rápido en el horizonte. El dragón se precipitó hacia el navío volando y gritó con todas sus fuerzas: “¡devolvedme mi perla!” Los marineros estaban aterrorizados.
El príncipe, en un intento desesperado por zafarse del dragón, mandó preparar una bola de madera, que hizo pintar de blanco como si fuera la perla del dragón. Después mandó cargar el cañón más grande y lanzó la bola pintada contra su furioso perseguidor. El dragón vio como entre la nube de pólvora salía una bola y pensó que era su perla. La cogió con la boca y regreso volando, volando a su guarida, protegiéndola entre sus dientes y escondiéndola de cualquier otro conquistador en el fondo de su cueva, lejos de cualquier mirada.
El príncipe y sus hombres regresaron triunfantes, y la perla se convirtió en la joya más preciada del Reino de China.